viernes, 3 de marzo de 2017

Me duele.-

Hoy así, sin filtro, y en el medio del caos hogareño, me siento a escribir. Porque estoy exhausta, angustiada y dolorida. Cansada de callarme estos dolores. De llorarlos semanalmente cuando todo colapsa, o yo colapso. Porque escribir es mi terapia, y todavía no tengo sesión con la psicóloga a conocer. ¿Por qué lo hago público? Porque, quizás, sea un dolor compartido. No sea la única.
Probablemente todo lo que lean sea algo exagerado y sin mucho paso previo por la razón, sin moderar y sin mucho optimismo. Quizás no sea mucho de lo que muestro a diario. Quizás vean mi otro yo geminiano. Menos agradable, menos conciliador y más hinchado las pelotas.
Desafortunadamente, hoy, o hace meses, tengo como una bolsa inmensa de cosas que me duelen y me angustian. Antes era una cosa la que me sacaba energía. Un tema puntual. Hoy esa bolsa con desilusiones, desesperanza y hartazgo está al tope. Porque le pongo toda la intensidad a las relaciones, al trabajo, a lo que me proponga. Y lo que siento es una inmensa frustración. 
Me duele gritarle a mis hijos porque tengo los ovarios al plato.
Me duele no llegar nunca a nada. 
Me duelen los carteles absolutistas en redes sociales y que se juzgue tan livianamente a las personas.
Me duele que quienes pienso que me conocen, no me conozcan, no me consideren; y tiren todo por la borda.
Me duele que no piensen que me duele.
Me duelen profundamente las distancias con mis amigos, que mi única vía de contacto sea whatsapp y algún encuentro super recontra coordinado. Me duele que nos separe el tiempo, las obligaciones, el cansancio y el transporte público de mierda. Me duele no poder verlos más de lo que quisiera.
Me duele la separación, que se rompa la cotidianeidad.
Me duele ir a Día, a la verdulería de acá, al carnicero del otro lado, y así interminablemente buscando precios, cuando hay gente que no tiene ni idea cuánto está un paquete de fideos porque no tiene que pensar cuánto tiene y sacar cuentas para ver si le alcanza para un Don Vicente o para un marca Día.
Me duele el lunes.
Me duele el voluntariado por el paro docente. Me duele cada palabra de todo funcionario, profesional, padre, ciudadano que piensa que me quejo porque es gratis y que no pienso en los chicos.
Me duele porque no tienen ni la más puta idea de las veces que me fui llorando a mi casa frustrada por no poder cambiar la realidad de un chico, por ver que estaba en el lugar equivocado frustrándose sin remedio, por saber que ese chico tenía un dolor inmenso porque perdió un ser querido.
Me duele que no se valore el esfuerzo. No voy a enseñar una materia. Yo quiero dejarles una huella, que se lleven algo lindo, que puedan ser las mejores versiones de sí mismos, que se superen, que se saquen los prejuicios.
Me duele que nos llenemos hablando de la boca para afuera, pero que en la cancha vea a muy pocos transpirar la camiseta.
Me duele que conductoras en musculosa en pleno invierno me hablen de qué tengo que hacer para ahorrar o cómo usar razonablemente la energía.
Me duele viajar como el ojete y recontra cagarme de calor.
Me duele correr todo el tiempo esta carrera a no sé dónde. 
Me duelen los planes que se me caen.
Me duele discutir por lo que no me sale.
Me duele no poder terminar nunca la casa.
Me duele no tener la casa como quisiera a pesar de estar todo el tiempo tratando de que esté todo impecable.
Me duele no poder estudiar.
Me duele pensar en plata todo el tiempo.
Me duele pensar y repensar si voy a la muestra de un amigo por si es muy peligroso ir en colectivo a las 9 de la noche. Me duele tener que pensar dos veces si llevo a mi hijo.
Me duele irme a dormir angustiada sabiendo que temprano se abre el portón y yo no estoy.
Me duele quedarme intranquila hasta saber que están todos seguros en casa.
Me duele no tener tiempo para Lucy.
Me duele no poder estar presente o haberme perdido momentos de mis amigas.
Me duele el médico que me boludea cuando mi abuela se está muriendo.
Me duele que haya que coimear gente para bajar un cajón.
Me duele la gente sin luz, sin agua, sin gas. 
Me duele cuando nos quitan la dignidad.
Me duele no poder vivir tranquila. Me duele que no nos entendamos. 
Me duele todo.



jueves, 2 de febrero de 2017

Los pensamientos recurrentes.-

Suelo ser bastante repetitiva con los temas y los tropiezos en mi vida. Cuando desenrosco el hilo de mis pensamientos (y se me viene Dumbledore sacando con su varita un hilo de pensamiento para ponerlo en el  Pensieve), me doy cuenta que suelo terminar en los mismos lugares. Que no son lugares comunes como dice el dicho sino MIS lugares comunes. O que mi vida, mi persona, gira en torno a esas cosas. No son buenas ni malas. Ni son preguntas estrictamente. Algunas sí, otras son reflexiones. No sé por qué pero sentía que tenía que anotarlas, plasmarlas en algún lado. Para releerlas, para ordenarlas, para no volver a hablarlas porque no sé si tengo ganas de volver a escucharlas. No sé si me animo tampoco a decirlas en voz alta. Por lo menos, alguna de ellas. Porque hablar se me hace tan difícil..Y no es ironía. Cuando escribís, editás. Cuando hablo, digo mucho pero no digo nada. Lo importante no lo digo. Así que acá van. Mis pensamientos recurrentes, los que me acompañan, los que me persiguen, los que me alegran y los que me entristecen. Las boludeces diarias de mi vida.

*Cuando voy a la casa de mis viejos, siempre encuentro dos fotos. Juntas. De mis hijos recién nacidos. Con un día. Santiago sonriendo, con un día de vida. Emilia, con una cara de paz inconmesurable. Y cada vez que las veo, me causan la misma sensación. Me sorprendo que de tan chiquitos se marque tanto su personalidad. Santiago, un huracán. Risas, alegría, energía. No te aburrís nunca. Si no querés, te gana por cansancio y te termina levantando. Emilia, un balsamo. Abrazable, cariñosa, transmitiendo una paz y una sensación de refugio que hoy encuentro indescriptible. No quiero dejar de sorprenderme cada vez que las vea, no quiero que un día pasen desapercibidas. Quiero verlas y descubrirlas una y otra vez siempre.

*¿ Algún día encontraré el equilibrio para no sentirme superada? Cambio de rutina, hago movimientos para mejorar pero siempre llega el punto en el que siento que no puedo más. Basta para mí, basta para todos. Me hace sentir vulnerable e incorformista. Incluso pretenciosa.

* ¿Por qué me frustra no ser madrina? Es una boludez marca cañón! Sin embargo, es como un pendiente? No sé. Quizás es esa inseguridad que siento en las relaciones. Me parece tan salame pero queriendo que pase que no sé cómo definirlo ni dónde encuadrarlo.

* ¿Voy a dejar de pronunciar para el orto porque me pongo insegura? MDQ, miedo de qué???? A esta altura de la life, Vanina! Bueno, sí. Voy a seguir haciéndolo en público (porque en el aula, no) creo y también voy a seguir sintiendo que todos saben más que yo.

*Cuando tenga 70 años, ¿voy a seguir durmiendo con la luz prendida? Yo pensé que a los 30 después de haber dado a luz a dos criaturitas, ya este tema iba a quedar obsoleto pero no. Me molesta y antes no. Capaz que me falten diez años más.

*¡Qué bajón usar short! Descubrí que me cago de calor básicamente porque los evito. Juro que me levanto todas las mañanas proponiendo ponerme un vestido o un short, superando este complejo gamboa que tengo y lo más lejos que llegué fue los pantalones largos de tela livianita, que son calurosos de todas formas. Más cuando actualmente trabajo bastante tiempo sentada. Queda bastante tiempo de verano todavía, así que lo seguiré reviendo todas las mañanas. Quizás lo logre.

*¿Cuán importante soy en la vida de los demás? Acá hay un problemita de aceptación claramente no resuelto. Hemos avanzado mucho en la materia pero esa pregunta reaparece. Todo el tiempo necesitando la aprobación, sintiendo que llego tarde a todas las relaciones, que no soy la mejor amiga de nadie, ni la mejor profe, siempre un escalón abajo. A Adri ya le tengo los huevos llenos y ya tiene el timing de "necesito que me digas algo lindo right now". Y todo esto no quiere decir que no esté conforme con mis relaciones. Todo lo contrario. Amo a toda la gente que tengo alrededor y sé que me quieren. Pero es eso inexplicable. A veces lo atribuyo a que en algunas relaciones yo sentí una cosa y la otra persona no, a que dije algo con mucho cuidado y tuvo un efecto sin retorno para la otra persona. Este pensamiento recurrente grita TE-RA-PIA.

*Cuando mis prioridades se desordenan y la rutina me tapa, recuerdo siempre que yo ya me siento realizada como mujer. ¿Quisiera haber vivido la experiencia de una beca? Sí. ¿Viajar más? Sí. ¿Trabajar a otro nivel profesionalmente? Puede ser. Pero me gustan los detalles, la cotidianeidad de las relaciones, el aula, criar a mis hijos estando lo más presente posible, intentar una receta nueva para disfrutar de una rica comida con Adri, coserles la etiqueta del uniforme aunque me quede desalineada. Porque ese es mi lugar. Es ahí donde está mi mejor versión.

Y así es mi cabeza. Con muchas otras cosas y preocupaciones, feliz, un poco calentona, melancólica, alegre. Santi no salió así de intenso porque vino de un repollo. Tiene una madre intensa, esperando o deseando resolver por momentos, disfrutando. Viviendo, Recurriendo. Recorriendo.